Por
Cedric Little
Profesor Facultad de Ingeniería y Ciencias, Universidad Adolfo Ibáñez
Como cada 22 de marzo, celebramos el Día Mundial del Agua, una fecha que nos recuerda la vulnerabilidad del acceso universal al recurso hídrico y que compromete los esfuerzos de Gobierno, sector privado, sociedad civil, académicos e investigadores, que permiten mejorar la gestión del agua para consumo humano y para aquellas industrias intensivas como la agricultura y la minería chilena.
En los últimos años hemos sido testigos de cómo el cambio climático ha impactado los ecosistemas y las condiciones del agua en acuíferos y glaciares, confirmando que la zona norte del país registre lluvias intensivas con sus consiguientes efectos de aluviones e inundaciones, así como sequías extendidas en el sur de Chile, mientras que la zona central comienza a asemejarse a las condiciones de la IV Región, con una preocupante escasez de lluvias.
Nuestro país y su radiografía está cambiando y en poco más de 15 años pasamos de tener un escenario hídrico tranquilo a una situación de subsistencia que nos obliga a reflexionar sobre la sustentabilidad de nuestro desarrollo económico y social, y la vulnerabilidad medioambiental.
Este riesgo se expresa en la mantención en índices mínimos de los niveles estáticos de los pozos y los grandes embalses, así como las fuentes naturales de agua potable experimentan una crisis sin precedentes. Estas fuentes, entre ellas deshielos, embalses y napas freáticas, persisten en mínimos históricos, obligando a las empresas sanitarias a realizar cambios y prepararse para condiciones extremas. El uso de agua dulce se concentra en un 70% en la producción agrícola y por ende afecta la seguridad alimentaria, mientras que el 30% restante se distribuye entre uso residencial-urbano e industrias.
El cambio climático es un factor determinante en las proyecciones de la humanidad. Por ello, es fundamental generar inversión en soluciones, proyectos y tecnologías que nos permitan capturar y aprovechar cada gota, porque el cambio en el clima ha tomado una dirección que favorece de modo progresivo el estrés hídrico.
A nuestro favor, tenemos la posibilidad de adaptarnos a esta condición climática, pues se han desarrollado tecnologías y capital humano experto en el diseño y uso de herramientas propias para condiciones climáticas críticas, abordando el dilema desde la gestión enfocada en el uso eficiente y la gestión del agua en la cuenca. Riego tecnificado, novedosas fórmulas para retener la humedad en las raíces de las plantas, sistemas de cultivo robotizado, colectores de aguas lluvia en zonas urbanas, drenes de infiltración de predios, y soluciones de ingeniería hidráulica de captura de aguas lluvia, son sólo algunos de los ejemplos de estos avances incorporados.
Chile requiere de un esfuerzo colectivo de creatividad para diseñar soluciones aplicadas de ciencia y tecnología; y el respaldo de las entidades regulatorias y ministeriales para cumplir con las normativas actuales y crear nuevos instrumentos legales y normativos para fomentar el desarrollo de una estrategia hídrica. En lo práctico, apuesto por iniciativas de levantamiento hidrológico en las cuencas, identificación de flujos y reservorios, y la implementación de herramientas para la captura y retención del agua, además de una red de sensores que permita monitorear los flujos y reservas de agua, e integrar tecnologías de eficiencia de uso y gestión del agua. Juntos; autoridades, expertos técnicos y actores territoriales, debemos adaptarnos y lograr sustentabilidad con apoyo de gestión de recursos, regulación, innovación y conocimiento.