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A 5 años de la firma del Acuerdo de París: ¿Qué acciones climáticas ha impulsado el sector eléctrico chileno

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Generadoras de Chile

El Acuerdo de París de la Conferencia de las Partes (COP), celebrado en diciembre 2015, logró definir como objetivo del combate común al cambio climático, una meta concordante con la ciencia y consistente con trayectorias de desarrollo que limiten el aumento de temperatura global promedio por debajo de los 2°C respecto de los niveles preindustriales, haciendo esfuerzos para limitar dicho aumento a 1.5 °C.

A la fecha, 189 de los 197 países que conforman la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático han ratificado el Acuerdo de París. Chile, por su parte, ratificó este acuerdo en febrero de 2017 en el Congreso Nacional, demostrando su compromiso en torno a la acción climática, el que no sólo es respecto de este tratado, sino que también a nivel de políticas públicas y del sector privado.

En estos últimos 5 años el compromiso del sector eléctrico chileno, a la par con el Acuerdo de París, se ha concretado con acciones de alto impacto en los desafíos nacionales de mitigación y adaptación al cambio climático. Es así como en enero de 2018 el Gobierno de Chile llegó a un acuerdo con Generadoras de Chile y las cuatro empresas generadoras que operan centrales a carbón en el país  – AES Gener, Colbún, Enel y Engie – en el cual se estableció que no hubiera nuevos desarrollos de generación eléctrica a base a carbón, y que se formara una mesa de trabajo multiactor con el objetivo de identificar los elementos tecnológicos, ambientales, sociales, económicos, de seguridad y de suficiencia de cada planta a carbón en operación y del sistema eléctrico en su conjunto, entre otros, que permitan establecer un programa de retiro paulatino de estas unidades, con un plazo máximo en el año 2040, diez años antes de la meta de carbono neutralidad planteada posteriormente por el Gobierno.

Este plan de retiro del carbón, lanzado como la primera y más ambiciosa acción climática de Chile en el marco de la presidencia de Chile de la COP25, destaca por ser la primera en su tipo en un país emergente y haberse gestado de manera voluntaria entre el sector público y privado, no implicando además recursos públicos, como sí ha ocurrido en otros países, procurando resguardar la seguridad, eficiencia y suficiencia del sistema eléctrico nacional. De esta manera, con la concreción de la interconexión de los sistemas SIC y SING en 2017, que creó un único Sistema Eléctrico Nacional (SEN) y la firma de los acuerdos bilaterales entre el Gobierno y cada una de las empresas de generación a carbón, se inició el proceso de retiro de unidades ubicadas en Tocopilla y Tarapacá, y muy recientemente en Ventanas y Coronel, y en un tiempo más también en Mejillones. Así, de aquí al 2024 ya se habrá concretado el cierre de 1.731 MW de capacidad de generación a carbón, equivalente al 31% del total de esa capacidad.

Adicionalmente, el sector de generación, desde hace ya varios años y en especial en los últimos cinco, ha estado concretando una amplia y diversificada cartera de proyectos de energía renovable que se suman a la histórica hidroelectricidad. A fines de 2015 -fecha de la firma del Acuerdo de París- la capacidad instalada solar de Chile era de 535 MW y la eólica de 910 MW. Hoy, a fines de 2020 la capacidad instalada solar supera los 3.200 MW y la eólica los 2.500 MW, pasando ambas tecnologías a aportar el 16,9% de la energía eléctrica generada en el SEN, versus el 4,8% en el 2015. Por otra parte, en la actualidad cerca de un 92% de todos los proyectos en construcción, y un 99% de todos los proyectos en calificación ambiental, corresponden a generación renovable. Estos planes de inversión en energía renovable se han visto potenciados por el hecho que en los últimos años distintos actores relevantes de la minería han anunciado y concretado la renovación de sus contratos de suministro eléctrico para hacerlos 100% renovables. Con 24,4 TWh, la industria minera representa casi un tercio de toda la electricidad que se consume en el país.

Estas dos primeras iniciativas del sector de generación chileno, plan de retiro de centrales a carbón e inversión en energías renovables, juegan un rol fundamental en la consecución de la meta de carbono neutralidad al 2050, y contribuyen enormemente al cumplimiento de la ambiciosa nueva Contribución Determinada a nivel Nacional (NDC) al 2030, representando cerca del 60% de la reducción de emisiones comprometida por Chile en esta NDC.

Otro ámbito muy relevante es el aporte de la industria eléctrica a la descontaminación de ciudades gracias a la electromovilidad para el transporte, principal consumo energético del país, y por el recambio a calefacción sostenible, el principal consumo energético de los hogares. Estas acciones contribuyen a un doble propósito, reducir la contaminación del aire en zonas urbanas, donde el uso de la leña o diésel son las principales fuentes de locales de emisiones, como también contribuir a la meta climática ya que evitan el uso de combustibles fósiles en el transporte, como también la generación de carbono negro, un potente forzante climático también conocido como hollín. Así, en 2015 no había en Chile ningún bus de transporte público eléctrico. Hoy, a finales de 2020 ya hay más 760 buses, posicionando a nuestro país como el segundo país luego de China con más buses eléctricos en operación. Hoy contamos con una Estrategia Nacional de Electromovilidad que tiene como una de sus metas que todo el transporte público sea eléctrico a más tardar el 2040.

En el caso de la calefacción sostenible, evitando el uso de leña, el aporte a la mitigación del cambio climático viene dado por el hecho de que no sólo evita la emisión de carbono negro, si no también contribuye a evitar la tala no sustentable de bosques, que son la fuente más importante de captura de gases de efecto invernadero. En ese contexto se han impulsado planes de tarifas eléctricas especiales para calefacción junto con la reconversión de sistemas de calefacción hacia bombas de calor, que son muchísimo más eficientes energéticamente, más económicas de operar, de fácil control del confort térmico, además de cero emisiones. Cabe mencionar que la combinación del reacondicionamiento térmico de viviendas con reemplazo de la calefacción por bombas de calor resulta ser la medida más costo efectiva de combinar reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con reducir contaminantes locales.

Por último, durante este año 2020 emergió en la agenda energética el hidrógeno verde, que junto a la electrificación contribuye al reemplazo de la quema de combustibles fósiles, principalmente de los derivados del petróleo, que actualmente en el país representan aproximadamente un 57% del consumo final de energía. Si consideramos por ejemplo que el puro diésel es más del 30% del consumo de energía, en comparación con la electricidad que es poco más del 20% del consumo de energía total de Chile, el hidrógeno verde puede ser un importante factor para el reemplazo de este diésel en el transporte de carga y algunos usos industriales y en la minería, pudiendo representar más de un quinto de la reducción de emisiones requeridas para lograr la carbono neutralidad del país, además de potenciar un posible mercado de exportación de este combustible limpio.

En este nuevo contexto se hace aún más evidente que cada una de estas acciones, una mayor inversión en el sector de generación eléctrica renovable y la electrificación de los otros sectores energéticos como el transporte o la edificación son una gran oportunidad para este 2021 en materia económica, en la creación de empleo, y también en la respuesta a los desafíos de la urgencia climática, como también a la descontaminación de nuestras ciudades, siendo además una fuente importante de equidad en ámbitos como el transporte público. Una reactivación sostenible en el contexto Covid19 nos invita a relevar la importancia del bienestar social, el hacernos cargo de nuestro entorno, del impacto de nuestras acciones a nivel local y global, y, sobre todo, del cuidado de nuestro planeta.

El Acuerdo de París de la Conferencia de las Partes (COP), celebrado en diciembre 2015, logró definir como objetivo del combate común al cambio climático, una meta concordante con la ciencia y consistente con trayectorias de desarrollo que limiten el aumento de temperatura global promedio por debajo de los 2°C respecto de los niveles preindustriales, haciendo esfuerzos para limitar dicho aumento a 1.5 °C.

A la fecha, 189 de los 197 países que conforman la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático han ratificado el Acuerdo de París. Chile, por su parte, ratificó este acuerdo en febrero de 2017 en el Congreso Nacional, demostrando su compromiso en torno a la acción climática, el que no sólo es respecto de este tratado, sino que también a nivel de políticas públicas y del sector privado.

En estos últimos 5 años el compromiso del sector eléctrico chileno, a la par con el Acuerdo de París, se ha concretado con acciones de alto impacto en los desafíos nacionales de mitigación y adaptación al cambio climático. Es así como en enero de 2018 el Gobierno de Chile llegó a un acuerdo con Generadoras de Chile y las cuatro empresas generadoras que operan centrales a carbón en el país  – AES Gener, Colbún, Enel y Engie – en el cual se estableció que no hubiera nuevos desarrollos de generación eléctrica a base a carbón, y que se formara una mesa de trabajo multiactor con el objetivo de identificar los elementos tecnológicos, ambientales, sociales, económicos, de seguridad y de suficiencia de cada planta a carbón en operación y del sistema eléctrico en su conjunto, entre otros, que permitan establecer un programa de retiro paulatino de estas unidades, con un plazo máximo en el año 2040, diez años antes de la meta de carbono neutralidad planteada posteriormente por el Gobierno.

Este plan de retiro del carbón, lanzado como la primera y más ambiciosa acción climática de Chile en el marco de la presidencia de Chile de la COP25, destaca por ser la primera en su tipo en un país emergente y haberse gestado de manera voluntaria entre el sector público y privado, no implicando además recursos públicos, como sí ha ocurrido en otros países, procurando resguardar la seguridad, eficiencia y suficiencia del sistema eléctrico nacional. De esta manera, con la concreción de la interconexión de los sistemas SIC y SING en 2017, que creó un único Sistema Eléctrico Nacional (SEN) y la firma de los acuerdos bilaterales entre el Gobierno y cada una de las empresas de generación a carbón, se inició el proceso de retiro de unidades ubicadas en Tocopilla y Tarapacá, y muy recientemente en Ventanas y Coronel, y en un tiempo más también en Mejillones. Así, de aquí al 2024 ya se habrá concretado el cierre de 1.731 MW de capacidad de generación a carbón, equivalente al 31% del total de esa capacidad.

Adicionalmente, el sector de generación, desde hace ya varios años y en especial en los últimos cinco, ha estado concretando una amplia y diversificada cartera de proyectos de energía renovable que se suman a la histórica hidroelectricidad. A fines de 2015 -fecha de la firma del Acuerdo de París- la capacidad instalada solar de Chile era de 535 MW y la eólica de 910 MW. Hoy, a fines de 2020 la capacidad instalada solar supera los 3.200 MW y la eólica los 2.500 MW, pasando ambas tecnologías a aportar el 16,9% de la energía eléctrica generada en el SEN, versus el 4,8% en el 2015. Por otra parte, en la actualidad cerca de un 92% de todos los proyectos en construcción, y un 99% de todos los proyectos en calificación ambiental, corresponden a generación renovable. Estos planes de inversión en energía renovable se han visto potenciados por el hecho que en los últimos años distintos actores relevantes de la minería han anunciado y concretado la renovación de sus contratos de suministro eléctrico para hacerlos 100% renovables. Con 24,4 TWh, la industria minera representa casi un tercio de toda la electricidad que se consume en el país.

Estas dos primeras iniciativas del sector de generación chileno, plan de retiro de centrales a carbón e inversión en energías renovables, juegan un rol fundamental en la consecución de la meta de carbono neutralidad al 2050, y contribuyen enormemente al cumplimiento de la ambiciosa nueva Contribución Determinada a nivel Nacional (NDC) al 2030, representando cerca del 60% de la reducción de emisiones comprometida por Chile en esta NDC.

Otro ámbito muy relevante es el aporte de la industria eléctrica a la descontaminación de ciudades gracias a la electromovilidad para el transporte, principal consumo energético del país, y por el recambio a calefacción sostenible, el principal consumo energético de los hogares. Estas acciones contribuyen a un doble propósito, reducir la contaminación del aire en zonas urbanas, donde el uso de la leña o diésel son las principales fuentes de locales de emisiones, como también contribuir a la meta climática ya que evitan el uso de combustibles fósiles en el transporte, como también la generación de carbono negro, un potente forzante climático también conocido como hollín. Así, en 2015 no había en Chile ningún bus de transporte público eléctrico. Hoy, a finales de 2020 ya hay más 760 buses, posicionando a nuestro país como el segundo país luego de China con más buses eléctricos en operación. Hoy contamos con una Estrategia Nacional de Electromovilidad que tiene como una de sus metas que todo el transporte público sea eléctrico a más tardar el 2040.

En el caso de la calefacción sostenible, evitando el uso de leña, el aporte a la mitigación del cambio climático viene dado por el hecho de que no sólo evita la emisión de carbono negro, si no también contribuye a evitar la tala no sustentable de bosques, que son la fuente más importante de captura de gases de efecto invernadero. En ese contexto se han impulsado planes de tarifas eléctricas especiales para calefacción junto con la reconversión de sistemas de calefacción hacia bombas de calor, que son muchísimo más eficientes energéticamente, más económicas de operar, de fácil control del confort térmico, además de cero emisiones. Cabe mencionar que la combinación del reacondicionamiento térmico de viviendas con reemplazo de la calefacción por bombas de calor resulta ser la medida más costo efectiva de combinar reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con reducir contaminantes locales.

Por último, durante este año 2020 emergió en la agenda energética el hidrógeno verde, que junto a la electrificación contribuye al reemplazo de la quema de combustibles fósiles, principalmente de los derivados del petróleo, que actualmente en el país representan aproximadamente un 57% del consumo final de energía. Si consideramos por ejemplo que el puro diésel es más del 30% del consumo de energía, en comparación con la electricidad que es poco más del 20% del consumo de energía total de Chile, el hidrógeno verde puede ser un importante factor para el reemplazo de este diésel en el transporte de carga y algunos usos industriales y en la minería, pudiendo representar más de un quinto de la reducción de emisiones requeridas para lograr la carbono neutralidad del país, además de potenciar un posible mercado de exportación de este combustible limpio.

En este nuevo contexto se hace aún más evidente que cada una de estas acciones, una mayor inversión en el sector de generación eléctrica renovable y la electrificación de los otros sectores energéticos como el transporte o la edificación son una gran oportunidad para este 2021 en materia económica, en la creación de empleo, y también en la respuesta a los desafíos de la urgencia climática, como también a la descontaminación de nuestras ciudades, siendo además una fuente importante de equidad en ámbitos como el transporte público. Una reactivación sostenible en el contexto Covid19 nos invita a relevar la importancia del bienestar social, el hacernos cargo de nuestro entorno, del impacto de nuestras acciones a nivel local y global, y, sobre todo, del cuidado de nuestro planeta.

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