- Por Johny Montaña, Director del Departamento de Ingeniería Eléctrica Universidad Técnica Federico Santa María.
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Hace algunos días, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus de la Unión Europea reveló que enero fue el mes más cálido que se haya registrado en el planeta, con 1,75°C por encima del nivel preindustrial, así como 0,79°C por encima de la media de 1991-2020, con una temperatura media del aire en superficie de 13,23 °C.
Una realidad que se ve plasmada a nivel local con los numerosos incendios forestales concentrados en la zona sur de nuestro país, y las recientes precipitaciones registradas en las regiones de Arica y Parinacota y Tarapacá. Estos sucesos son cada año más frecuentes, y nos urgen a evaluar si contamos con infraestructura estratégica a nivel país que se adapte y soporte estos nuevos requerimientos, especialmente, en cuanto a transmisión de energía eléctrica se refiere.
Si queremos alcanzar la meta de descarbonizar nuestra matriz y así cumplir con uno de los pilares de la Ley de Cambio Climático, las líneas de transmisión eléctrica del futuro deben estar diseñadas considerando el factor de “resiliencia climática” que les permitan funcionar y llevar energía de forma segura y estable a lo largo del país.
Proyectos como la línea Kimal-Lo Aguirre cuentan con preceptos técnicos que abarcan estas nuevas condiciones, adelantándose a escenarios que de seguro veremos más seguido. Ello nos invita no solo a pensar el futuro, sino que también, a considerar las adaptaciones que la actual infraestructura debería adoptar, pues si algo está claro hoy, es que la naturaleza avanza sin pedir permiso y no da tregua.